POESIA PALMERIANA

Los poetas somos como los leones, después de que nos disparen podemos lanzar nuestras garras. Página administrada por el poeta Ramón Palmeral, Alicante (España). Publicamos gratis portadas de los libros que nos envían. El mejor portal de poetas hispanoamericanos seleccionados. Ramón Palmeral poeta de Ciudad Real, nacido en Piedrabuena.
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La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.

martes, 12 de julio de 2011

Simbología secreta de "Viento del pueblo", de Miguel Hernández


Por Ramón Fernández Palmeral

Introducción

Miguel Hernández representa la perfecta simbiosis entre su vida y su obra, lo cual nos muestra un camino fácil para seguir su trayectoria poética, si conocemos los avatares de su vida y trágico destino. Su poesía se va modificando al ritmo de las circunstancias de su vida, a la que hay que sumar las influencias de sus amigos poetas, de sus actividades como miliciano y delegado cultural en la propaganda del bando republicano, en tiempos en que era necesaria una “poesía urgente” o “poesía de guerra” o combativa o del compromiso, nuevos romances convertidos en poesía épica y de lucha.
La presente edición es un análisis subjetivo de Viento del pueblo, un análisis de su simbología y significado; no pretende ser un trabajo filológico, sino un pretexto para ilustrarlo con veintiséis dibujos a rotring de “Palmeral”, (seudónimo de Ramón Fernández), con la pretensión de que el lector obtenga una rápida comprensión de los poemas, a modo de viñetas que siempre son didácticas, en un estilo calidoscópico que condensan varias ideas o metáforas. Las cuales serán descritas al comentar cada poema. He prescindido de anotar la bibliografía consultada al final. He procurado integrarla en los textos. Muchos han sido los artistas que han realizado ilustraciones de este libro como Miguel Prieto y Miguel Abad Miró; sin embargo, creo que es el primero donde se ilustran todos los poemas. Se echa en falta un estudio serio iconográfico hernandiano. Aquí queda el reto.
Siempre es difícil y arriesgado ilustrar una metáfora, y aún más en un libro de poemas cuyos conceptos abstractos son mensajes de lucha, victoria y libertad, y sobre todo en un libro emblemático de guerra como es Viento del pueblo; sin embargo, he arriesgado tras la experiencia de mis tres libros anteriores: Perito en lunas, El rayo que no cesa y El hombre acecha. De no haber sido por este I centenario es seguro que no me hubiera puesto a la batalla de dibujar, luchar con los poemas hasta sacarles el jugo de sus quimeras y fantasías, que a la vez muy bien pueden ser las mías. Las ilustraciones, por pertenecer al mundo visual, nos permiten percibir el ritmo de las líneas, masas, valores cromáticos y texturas, que amplían el campo de las emociones y de las sensaciones. Lo visual constituye una gramática de datos, que como el lenguaje, ayudan a comprender mensajes de sutileza inaccesibles o acercarnos a las regiones más comunes de la expresión poética. Toda imagen es una explosión de comunicación.

Viento del pueblo es la obra emblemática de Miguel, su obra más conocida, leída y recitada en el periodo de guerra, es un canto a la esperanza de la victoria del Ejército Republicano. Publicado por Socorro Rojo Internacional en Valencia (donde se encontraba el gobierno de la República) en Litografía Durá, en septiembre de 1937 (no consta el día final de impresión), según reza en el colofón. El significado de viento no queda del todo evidente, a pesar de los esfuerzos de Miguel por explicarlo en el prólogo a Vicente Aleixandre ”Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplados a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimiento hacia cumbres más hermosas”.
En el poema “INVIERNO-puro (diciembre)”, Miguel nos aproxima al significado metafórico de “viento”, cuando leemos en la octava estrofa: Me da el viento, Señor, me da una gana/ el viento de volar, de hacerme ave/ de lo más viva, de lo más lejana… Es evidente que el viento ayuda a mantener el vuelo a las rapaces, que volaban en el torbellino de La Muela, donde está la cruz, es evidente que el viento es libertad, por ello Viento del pueblo significa libertad del pueblo o para el pueblo. Veintisiete veces nombra el poeta la palabra pueblo. Diez veces yugo. Lo que evidencia el sentido de ansiada libertad.
Durante la guerra civil este libro de “poesía de trincheras” fue uno de los más conocidos; en cambio, durante la posguerra, este libro fue proscrito, perseguido y olvidado, no sólo por el contenido de los poemas sino por las fotografías que denuncian una España agrícola y mísera. El nuevo régimen franquista no quería enseñar al mundo la pobreza de una España atrasada y fiel a la propaganda comunista. Este fue uno de los libros a los que el régimen franquista le tenía verdadero pánico su publicación. Pero como algunos amigos ocultaron ejemplares ante los registros de la nueva Inquisición, así como los exiliados se llevaron ejemplares con ellos, se salvó de su destrucción, tal y como ya había ocurrirdo con El hombre acecha, en Valencia en 1939. La verdad es persistente y terca y siempre, como el mar, saca a flote los cadáveres, unas veces para descubrir a los autores del crimen y otras veces para denunciar la verdad de un tiempo y una época.
Viento del pueblo y El hombre acecha forman un corpus poético, son la columna vertebral de su producción épico-bélica; ambas composiciones están separados por un año, escritas en el contexto de la guerra civil española. A estos poemas publicados habría que añadirle los trece poemas de este periodo no publicados en libros que anota Juan Cano Ballesta en su estudio de Viento del pueblo Cátedra, nº 308, 1989, como “Otros poemas del ciclo de “Viento del pueblo”, páginas 133-171. Aunque se podría incluir alguno más.
Son poemas críticos, combativos, nacidos en medio del fuego en las trincheras codo a codo con los milicianos. Miguel recibió algunas críticas contrarias de poetas amigos, como veremos más adelante. Ante el contenido de Viento del pueblo nadie queda impasible, nadie puede quedar ajeno a una realidad de explotadores, cenizas, bombas y fuegos. Con sus dos libros Hernández se convertirá en el primer poeta de nuestra guerra civil. Ya le dijo Hernández a Nicolás Guillén en Valencia en julio de 1937, “la base de mi poesía revolucionaria es la guerra”.
A diferencia de otras opiniones, entiendo que el tiempo de composición de los poemas se inicia el 24 de septiembre del 36, recién incorporado al 5º Regimiento en Zapadores, hasta el 20 julio de 1937, cuando publica “Euskadi”. En este mes entrega los originales en Socorro Rojo Internacional de Valencia para su publicación.
No es Viento del pueblo uno de sus poemarios más estudiados por los críticos actuales, según he buscado en distintas ponencias en los congresos dedicados al poeta, en revistas o monográficas. Por el contrario, es quizás El rayo que no cesa, su obra más estudiada por catedráticos, filólogos y profesores. No por ello, y en contra de diversas opiniones de autoridad, Viento del Pueblo y El hombre acecha, son obras con más identidad hernandiana, es decir, con mensaje directo para el pueblo Uno de los pioneros en estudiar en profundidad Viento del Pueblo es Juan Cano Ballesta, (Cátedra, 1989, nº 308) y de aquí parten los estudios sucesivos. Eutimio Martín acaba de publicar una biografía donde profundiza en Viento del pueblo, capitulo XXI. (El oficio de poeta, Aguilar 2010, páginas 455-479). Manuel Parra también analiza Viento del pueblo, en el capítulo “Sangrando por trinchera y hospitales”. (Miguel Hernández: una nueva visión, Nostrum, Madrid, 2010, págs. 54-62)

Los poemas no vienen numerados en el original; me he permitido la licencia de numerarlos con objeto de facilitar su estudio y ubicar las ilustraciones para esta edición conmemorativa, que firmo como “Palmeral”, seudónimo que uso como pintor y dibujante.


El autor
Alicante, mayo 2010



I


ACABAR CON LOS MITOS

En el prólogo de Viento del pueblo aparece como “poeta campesino en las trincheras”, su leyenda se ha alzado siempre sobre las etiquetas primeras de “pastor-poeta” o “cabrero-poeta”, hijo de familia humilde de campesinos, para convertirse en “poeta de la revolución”, en poeta del pueblo, que sería su verdadero reconocimiento. Ernesto Giménez Caballero y Francisco Martínez Corbalán en sus primeras entrevistas lo bautizaron como “Un nuevo poeta pastor” y “cabrero poeta”, respectivamente. Juan Ramón Jiménez calificó a Hernández de “extraordinario muchacho de Orihuela”. Frecuentemente he oído, “¡Ah sí, Miguel Hernández, ese chico que murió en una cárcel franquista!” Hay que acabar definitivamente con estos mitos. Es cierto que fue pastor con las cabras de su padre, pero NO fue un “cazurro” ignorante que escribía versos mirando a la luna, sino que leyó a los clásicos como auto-educación literaria, se procuró una gran cultura autodidacta, y con su precario francés tradujo poemas de poetas franceses simbolistas, en su afán de modernidad. Es cierto que murió en una cárcel, pero esta cuestión no es la que le debe dar valía como poeta, sino su propia obra es lo suficientemente importante como para soltar ya las muletas de la lástima y de la trágica muerte. Su obra publicada es importante, pero aún más sus inéditos que aparecieron después en los archivos privados del poeta, y hoy depositados en el Centro Hernandiano de Estudios e Investigación de Elche. En la última edición de Obras Completas, 2010, tampoco están todas sus obras.
Hay que acabar con la imagen de “santón mártir”, sí es cierto que le mataron lentamente en la cárcel franquista por falta de asistencia médica, como se cuenta en el libro de Antonio López Alonso A Miguel Hernández lo mataron lentamente, Editorial Irreverentes, colección Aqueronte, Sevilla, 2005. pues “el número de presos en 1940 en las cárceles era de unos 280.000”. Aunque, insisto, su obra poética no necesita de estos andamiajes políticos tardíos para justificar que fue un gran poeta de gran corazón y sobre todo nos admira su “dignidad humana, valor político y absoluta entrega a los ideales”, según Marcos Ana. Miguel no es una víctima más de la represión franquista, sino un icono de todos ellos, junto a García Lorca y Antonio Machado, poetas del sacrificio.
Recibió educación primaria, fue párvulo con el seminarista Jesús Pellús Rodríguez, colegio privado, lo que demuestra que su padre no estaba mal económicamente. Estuvo en la Escuela del Ave María de Orihuela de los 8 a 12 años con el profesor Ignacio Gutiérrez Tienda. Situado en el Colegio de Santo Domingo de los jesuitas, al aire libre en el llamado Patio de Lourdes. Pasó como alumno externo, becado, al Colegio Santo Domingo, dos años y medio donde estudió hasta primeros de bachiller, ganó dignidades.
Manuel Vicent, escribe:
“La poesía de Miguel Hernández es la poesía del deslumbramiento, del sentido del duelo y del sentido de la maravilla. (Diario de Cádiz.es, 7-05-2010)

Es obligado recordar el Himno del Colegio Santo Domingo, que le servirá al futuro poeta como acicate espiritual y moral: Luchar con valor por mi patria, amar a mis padres, querer a la Virgen y adorar a Dios… odio al vicio, cariño a la ciencia, amor a las artes, respeto a las Leyes y guerra al error.
En el colegio de Santo Domingo con los jesuitas adquiere la demostración de ser diferente, confianza en sí mismo y adquiere conciencia de su valía personal y literaria, se cree poeta, y es este elevando concepto de sí mismo lo que le proporciona seguridad en la empresa lírica.
De brillante promesa, estudiantil, inteligencia despierta, a los catorce y medio fue humillado por su padre cuando le sacar del colegio de Santo Domingo donde había ganado dignidades (Príncipe en Aritmética, Emperador en Gramática, y el resto sobresalientes) en un boato de ceremonia que hacían los jesuitas (a quienes les gustaba marcar las diferencias y la competitividad), y cantos del himno del colegio. No se examinó en Murcia para sacar el Bachiller Elemental.

Ante esta humillación y consciente de su valía, de su consideración a sí mismo, confianza de sus saberes, decide ser Escritor y Poeta. Para huir de su casa y de Orihuela. Cultiva la amistad con sus amigos oriolanos: Carlos Fenoll, Jesús Poveda, José María Ballesteros, Ramón Sijé, vicario Luis Almarcha, Augusto Pescador, José Martínez Arenas, Francisco de Díe… Hasta su salto a Madrid, donde, llegada la guerra, se incorpora como viento al huracán de la guerra por el 5º Regimiento del Partido Comunista. Sí, es cierto que fue comunista y republicano, le gustaba la política. A estas señas de identidad se han solapado republicanos y comunistas de banderas rojas, obsoletas de la hoz y el martillo, puesto que la Unión Soviética ya desapareció. A mí no me asustan las banderas republicanas, lo que sí me preocupa es que algunos se apoderan de su nombre, lo hagan de su propiedad, o sólo les interesa el color político republicano o comunista y no su obra poética, que es lo que voy a valorar en este ensayo ilustrado.
En el sumario de urgencia 21.001, a Hernández no le trataron con paños calientes, la Fiscalía del Ejército de Ocupación, Juzgado Militar de Prensa, resumen sobre el procesado acusándole de ser :
“…Miembro activo de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, durante toda la dominación roja, ha publicado trabajos literarios de toda índole encaminados a la defensa de la causa defendida por el Gobierno rojo, haciéndolo así por identificación de dicha causa”.

Se adjuntaron al sumario ejemplares de la hoja El Mono Azul, de fecha 10 de junio y 9 de diciembre de 1937, donde se publicaron “Canción del esposo soldado” y “El incendio”, respectivamente. Hay también un acta dando fe y testimonio de la publicación en El Sol, de 19 de noviembre de 1936 del manifiesto de los Intelectuales antifascistas de todo el mundo.; más un ejemplar de Teatro en la guerra.

Fue condenado a pena de muerte el 18 de enero del 40, por lo que ha llamado el fiscal alicantino Miguel Gutiérrez Carbonell «rebelión invertida», «la calificación de estos casos como delito de rebelión militar es aberrante; además se aplicó retroactivamente». Entre los hechos probados se le acusa de ser miembro de la Alianza de Intelectuales Antifascistas; de ser Comisario político de la 1º Brigada de choque; participar en la acción contra el Santuario de la Virgen de la Cabeza; publicar poesías, crónicas y folletos de propaganda revolucionaria; hacerse pasar por «poeta de la revolución». La Ley que se le aplicó a Miguel estaba recogida en el artículo 237 y 238-2, del C.J.Militar, de 1898, y un Decreto modificación del 2 mayo de 1931, de la propia II República. A estas leyes hay que unirle el Decreto de Responsabilidades políticas de 9 de febrero de 1939, firmado por Franco, un gobierno ilegal, en cuyo articulo 1º declara responsabilidad política de las personas tanto jurídicas como físicas, que desde el 1º de octubre de 1934 y 18 de julio del 36 contribuyeron a crear o agravar la sublevación de todo orden […] o que se opongan al Movimiento Nacional con actos concretos o pasividad grave.